lunes, 14 de febrero de 2011

DE LAS MARCAS Y OTRAS EXPERIENCIAS (EN LATINOAMÉRICA)!


Cada reunión con un cliente nuevo refuerza la misma conclusión: el branding es un área todavía desconocida, y como todo lo que no se conoce bien, produce temor. Durante nuestras presentaciones  sobre lo que es el branding, es evidente que sólo cuando empiezan a aparecer las piezas de implementación de la marca, los clientes respiran aliviados  y comprueban que en efecto, sí se puede materializar toda “la palabrería” escuchada minutos antes.

Sin embargo, cuando les preguntamos a los clientes si su marca es un logotipo o una experiencia, la respuesta (aunque a veces viene en tono de pregunta) siempre es la misma “una experiencia”.  Todos los expertos convienen en que toda marca que quiera tener éxito debe apuntar a convertirse en una experiencia y no limitarse a ser una mera representación gráfica.

Ahora bien, si esta afirmación fuera real, sería lógico que las marcas bien construidas abunden en todo lugar. ¿Qué pasa entonces en Ecuador y en los países vecinos? Tratamos de encontrar ejemplos de buenas prácticas de branding en Latinoamérica, es decir casos de éxito que no sean importados, sino creados y desarrollados en la región. A medida que avanzan las horas de conversaciones, investigaciones, lecturas, etc., etc., la cosa se va complicando….y la conclusión final es que Latinoamérica no ha facturado un gran número de lovemarks.

Entre las marcas-experiencia que encontramos, pocas pero hay, están las siguientes: Corona, Juan Valdez, Claro, Lan y Televisa. Llama la atención que en la lista de la región no figure ningún representante  brasileño o argentino. Primera señal de que hacer publicidad no es lo mismo que desarrollar una marca, pues es innegable la calidad de la publicidad de Brasil y Argentina.

Este reducido número de ejemplos reafirma nuestra tesis inicial de que en Latinoamérica el desarrollo del branding está en una etapa incipiente. (Y buena noticia para quienes ya estamos en este negocio.) La principal razón que se nos ocurre para explicar tal situación es que, las economías de Latinoamérica son el gran parte primarias, es decir se sostienen en la extracción y comercialización de materias primas, y –aunque no imposible-  resulta bastante complejo ponerle marca a los  productos primarios.

Para muestra un botón, en el mundo del café existe una marca que ha dejado de ser solo un producto y que ha logrado ser mucho más que un logo para ofrecer una real vivencia a sus consumidores: Juan Valdez. Haga la prueba, vaya a un local de Juan Valdez y pida un café simple. No existe tal cosa, pues esta lovemark ha sido enriquecida por completo para crear diferenciación, relevancia y fidelidad.

Podemos decir entonces que sí es posible desarrollar marcas potentes alrededor de experiencias básicas, con la única condición de que éstas despierten emociones y sensaciones fuertes. Y si de pasiones se trata, la posibilidad de encontrar materia prima para experiencias memorables aumenta considerablemente en Latinoamérica. En otras palabras, somos tierra casi virgen y muy fértil para el branding.

Pensemos por un instante cuáles son las grandes pasiones que más nos mueven a los latinoamericanos. Sin muchas vueltas que darle, la gran mayoría llegaremos a dos respuestas: el fútbol y el baile. Eso sí, con un ingrediente especial, un rasgo que nos distingue de otras regiones y que es casi único de nuestros países: el fuego, el picante, el calor.

¿Alguien lo duda? Las reseñas históricas nos indican que el fútbol se inventó en Inglaterra, pero es acá donde se perfeccionó, le pusimos la gambeta, la bicicleta, el escorpión, la galleta, la chilena, la rabona, el taquito…; y los reyes del rey de los deportes, Pelé y Maradona, submarcas de la marca madre fútbol, nacieron y crecieron en América del Sur. Quién puede además negar la sensualidad de dos personas bailando salsa, o la sexualidad del reggaeton, que vino para quedarse.

Esto nos muestra que no es por falta de experiencias que las lovemarks no abundan en Latinoamérica, puesto que es aquí donde más fuerza le damos a cualquier vivencia. Lo que hace falta para poder tener un “brote epidémico” de construcción de marcas, es que quienes nos dedicamos al branding podamos explicar claramente y de manera tangible, qué es y qué de bueno hace una marca bien construida.

Al parecer esta “materialización” de beneficios es un factor clave para lograr un total entendimiento y aceptación de quienes toman la decisión final de construir o no una lovemark, es decir que una marca sea más que un logo y se convierta en una experiencia que enamore a las personas.

miércoles, 19 de enero de 2011

LA MARCA NO ES UN LOGOTIPO!


Como cada año nuevo, las empresas - igual que las personas - hacen un balance de los doce meses que pasaron. En varios casos, no se logran los objetivos y las evaluaciones y los ejercicios de análisis para poder encontrar y explicar los errores comienzan: “Subestimamos el mercado. No tomamos en serio a la competencia. No contábamos con la crisis, el clima, el gobierno, el calentamiento global, etc., etc., etc.”. Con mucha mayor frecuencia de la esperada, y cuando parece no quedar ninguna otra explicación, las miradas se posan sobre la imagen de la compañía y sus productos o servicios, y se les culpa de todo lo que se puede. Al final del día, parecería más fácil cambiar la imagen de la organización, que cambiar toda una estructura empresarial.

Generalmente en este punto, es cuando se llama a los especialistas en comunicación y se les solicita un nuevo logo para la compañía, para el producto o el servicio; responsables de los errores cometidos el año pasado. Dependiendo del campo de especialización que tenga el experto, entrega un logotipo y la campaña para lanzar la nueva imagen, que bien puede ser de publicidad, relaciones públicas, etc.. Sin embargo, al final del año, cuando se vuelve a evaluar los resultados, en la mayoría de los casos, el cambio de logo no surtió efecto y  se volvieron a quedar cortos frente a los objetivos. Al más puro estilo de “¿por qué no estamos en las páginas amarillas?”, todos se preguntan qué pudo fallar si hasta se lanzó un nuevo logotipo, acompañado de una fuerte campaña.

Hasta ahora la respuesta que hemos encontrado a esta constante incógnita de las empresas, es precisamente que una marca no es un logotipo. El primer paso de querer cambiar dentro de la empresa es muy positivo, donde existe la desviación es cuando se piensa que si tengo un logotipo nuevo, tengo una marca nueva y los clientes reconocerán, preferirán y serán fieles a mi negocio. Cuando las compañías piden un logotipo, en realidad lo que quieren y necesitan es trabajar una marca, sea que la renueven, la construyan desde cero, la replanteen, etc.; lo importante es que entiendan que el logotipo, al que le ponen todas las esperanzas para un futuro mejor de la empresa, es apenas la punta del iceberg (generalmente apenas una octava parte del volumen total de un iceberg es la que sobresale del agua). Recién cuando esto se ha entendido en el interior de la compañía, es que el proceso de construcción de una marca ha iniciado, y sólo entonces es que nos animamos a preguntar:

¿Su marca es un logotipo o una experiencia?